Rastros en la ciudad.
Fernando Vásquez
González
Antropólogo
Email: condeus@gmail.com
Mike Davis en el epílogo de su
libro “Ciudades Muertas” (2007), habla de los relatos apocalípticos de ciencia
ficción en los cuales la naturaleza recobra lo suyo invadiendo, apoderándose,
de la urbe destruida/abandonada.
“La naturaleza está
constantemente tensándose contra estas cadenas: probando puntos débiles,
grietas, fallos, incluso las manchas de óxido…El control del medioambiente
demanda inversiones continuas y un mantenimiento sistemático, ya sea
construyendo un sistema de control de inundaciones de miles de millones de
dólares, o simplemente desbrozando un jardín” (212).
“Esta maravillosa ciudad, de la
que se cuentan tantas leyendas, era después de todo solo de ladrillo, y cuando
la hiedra creció encima y los árboles y las plantas se extendieron, y por
último surgieron las aguas subterráneas, la gran metrópolis fue derrocada
enseguida” (Richard Jefferies, After
London, or Wild England, 1866. Citado por Mike Davis, 211).
Sitios eriazos, unos por años
otros por la reciente demolición de la construcción que alojaban, es cosa de
días para que la naturaleza regrese a buscar lo suyo, en poco tiempo el rastro
de la ocupación humana desaparece bajo el manto de plantas, flores y árboles.
Las ciudades están en constante transformación, crecen y decaen, se expanden
dejando áreas abandonadas, se fragmentan destruyendo las relaciones sociales de
sus ocupantes; pasan eras, de la industrialización, su desmonte, a la
plataforma de servicios. Su auge habla de sueños de la promesa incumplida del
progreso; pero los edificios son tangibles, los vemos, tocamos, entramos, hasta
que llegan a su fin al dejar de cumplir su funcionalidad. A sus pies las aceras
y calles, largas franjas de cemento, atraviesan la ciudad; son la frontera tras
la cual ocultamos la naturaleza que pisamos, como toda frontera presenta poros
y en ellos vemos la vida verde surgir del cemento estéril. Algo que sobrevive
son las tejas de las antiguas casas, no está de más decir que pocas se
conservan; son plataforma fértil para el trigo, cuyas espigas asoman entre
otras tantas hierbas, son una corona viva sobre casas muertas, crecen mientras
el edificio se derrumba lentamente.
Caminando por calles, de variadas
ciudades, las fracturas son visibles en el suelo, en las paredes que se
descascaran en trozos quebradizos de pintura, otras casas permanecen vacías
como mudos testigos de un pasado bullicioso del cual nadie se acuerda. Aún con
vida la urbe guarda el secreto de la próxima catástrofe: desde los años de la
colonia tardía, pasando por la república a la actualidad, siempre a merced de
las fuerzas naturales de los ríos inundándola, de los terremotos que la asolan,
de los desastres ambientales en su interior, de la falta de salubridad de sus
veredas. Nada de eso detiene las políticas de intervención inmobiliaria, nada
de ellas conjuga con el entorno y, como simples piezas de un drama mayor, del
cual pareciera que sus habitantes no se dan cuenta estos continúan con sus
labores engrandeciendo el cercano final.
Busco una imagen de futuro para
orientación, no la encuentro en lo alto de los edificios estos, luego, pasaran
dejando espacios a nuevas utopías de desarrollo; en el suelo, diviso pequeños
tallos verdes, constituyéndose en la imagen de futuro.
Davis, Mike: Ciudades Muertas: Ecología, catástrofe y revuelta. Edición
Traficantes de Sueños, Madrid, 2007. (Título original: Dead Cities and
Other Tales. The New Press, New York, 2002). En línea:http://www.cgttenerife.org/Sov/Documentos/Ciudades_Muertas_web-5.pdf.
Vásquez González, Fernando:
Escritos varios, 2007-2013. Inéditos.
Zulaika, Joseba: Las ruinas de
la teoría y la teoría de las ruinas: sobre la conversión. Revista de Antropología Social,
año/volumen 15, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España,
2006:173-192. En línea:revistas.ucm.es/index.php/RASO/article/download/.../9241
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