lunes, 17 de febrero de 2014

Rastros en la ciudad.

Rastros en la ciudad.
Fernando Vásquez González
Antropólogo

Mike Davis en el epílogo de su libro “Ciudades Muertas” (2007), habla de los relatos apocalípticos de ciencia ficción en los cuales la naturaleza recobra lo suyo invadiendo, apoderándose, de la urbe destruida/abandonada.
“La naturaleza está constantemente tensándose contra estas cadenas: probando puntos débiles, grietas, fallos, incluso las manchas de óxido…El control del medioambiente demanda inversiones continuas y un mantenimiento sistemático, ya sea construyendo un sistema de control de inundaciones de miles de millones de dólares, o simplemente desbrozando un jardín” (212). 
“Esta maravillosa ciudad, de la que se cuentan tantas leyendas, era después de todo solo de ladrillo, y cuando la hiedra creció encima y los árboles y las plantas se extendieron, y por último surgieron las aguas subterráneas, la gran metrópolis fue derrocada enseguida” (Richard Jefferies, After London, or Wild England, 1866. Citado por Mike Davis, 211).
Sitios eriazos, unos por años otros por la reciente demolición de la construcción que alojaban, es cosa de días para que la naturaleza regrese a buscar lo suyo, en poco tiempo el rastro de la ocupación humana desaparece bajo el manto de plantas, flores y árboles. Las ciudades están en constante transformación, crecen y decaen, se expanden dejando áreas abandonadas, se fragmentan destruyendo las relaciones sociales de sus ocupantes; pasan eras, de la industrialización, su desmonte, a la plataforma de servicios. Su auge habla de sueños de la promesa incumplida del progreso; pero los edificios son tangibles, los vemos, tocamos, entramos, hasta que llegan a su fin al dejar de cumplir su funcionalidad. A sus pies las aceras y calles, largas franjas de cemento, atraviesan la ciudad; son la frontera tras la cual ocultamos la naturaleza que pisamos, como toda frontera presenta poros y en ellos vemos la vida verde surgir del cemento estéril. Algo que sobrevive son las tejas de las antiguas casas, no está de más decir que pocas se conservan; son plataforma fértil para el trigo, cuyas espigas asoman entre otras tantas hierbas, son una corona viva sobre casas muertas, crecen mientras el edificio se derrumba lentamente.
Caminando por calles, de variadas ciudades, las fracturas son visibles en el suelo, en las paredes que se descascaran en trozos quebradizos de pintura, otras casas permanecen vacías como mudos testigos de un pasado bullicioso del cual nadie se acuerda. Aún con vida la urbe guarda el secreto de la próxima catástrofe: desde los años de la colonia tardía, pasando por la república a la actualidad, siempre a merced de las fuerzas naturales de los ríos inundándola, de los terremotos que la asolan, de los desastres ambientales en su interior, de la falta de salubridad de sus veredas. Nada de eso detiene las políticas de intervención inmobiliaria, nada de ellas conjuga con el entorno y, como simples piezas de un drama mayor, del cual pareciera que sus habitantes no se dan cuenta estos continúan con sus labores engrandeciendo el cercano final.
Busco una imagen de futuro para orientación, no la encuentro en lo alto de los edificios estos, luego, pasaran dejando espacios a nuevas utopías de desarrollo; en el suelo, diviso pequeños tallos verdes, constituyéndose en la imagen de futuro.
Bibliografía.
Davis, Mike: Ciudades Muertas: Ecología, catástrofe y revuelta. Edición Traficantes de Sueños, Madrid, 2007. (Título original: Dead Cities and Other Tales. The New Press, New York, 2002). En línea:http://www.cgttenerife.org/Sov/Documentos/Ciudades_Muertas_web-5.pdf. 
Vásquez González, Fernando: Escritos varios, 2007-2013. Inéditos.
Zulaika, Joseba: Las ruinas de la teoría y la teoría de las ruinas: sobre la conversión. Revista de Antropología Social, año/volumen 15, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España, 2006:173-192. En línea:revistas.ucm.es/index.php/RASO/article/download/.../9241










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