martes, 30 de octubre de 2012

¿De qué sirve votar? A propósito de las elecciones municipales del 28 de octubre de 2012.


¿De qué sirve votar? A propósito de las elecciones municipales del 28 de octubre de 2012.

Fernando Vásquez González.[i]

Primero voy a dar una serie de antecedentes con los cuales voy a justificar mi respuesta. Parecerá extraño, para algunos, que inicie la argumentación el día 11 de septiembre de 1973; si, en ese momento, cuando los uniformados, manipulados por civiles y el gran capital nacional y extranjero, decidieron dar un golpe para cambiar el giro que el proceso histórico había tomado.

Como idea central, el nuevo régimen quiere refundar al país, darle una nueva institucionalidad regida por los principios de la Doctrina de Seguridad Nacional, del neoliberalismo y del conservadurismo católico. Este “nuevo país” tiene a las fuerzas armadas cumpliendo el rol mesiánico de salvaguardar la unidad de la nación al ser, ellos, los depositarios del alma nacional. Es así, como este “nuevo país” se construye como una sociedad jerarquizada, con un estado autoritario y centralizado, con un movimiento social disciplinado y los conflictos sociales minimizados.

Estas líneas generales tienen una clara expresión con el redibujamiento de la administración política, conocida con el nombre de “regionalización”; creando unidades territoriales desconcentradas y jerarquizadas (región-provincia-comuna), que permiten la integración y la seguridad al otorgar una ocupación más efectiva del país. En este punto agregamos, que las comunas, dentro de esta lógica, son vistas como empresas (corporaciones) comerciales que compitan, entre sí, para atraer clientes (residentes).

Saltando al plano de las ideas, a la “refundación institucional del país”, se implanta un “estado subsidiario”, donde se garantiza la “libertad personal”; en verdad esa libertad es para los grandes capitales, por otro lado en materias sociales se empequeñece al estado porque se traspasan estas responsabilidades privados. Si las políticas sociales, son cada vez menos, más focalizadas y en manos de privados, ¿de qué sirve votar?

“Refundación institucional”. Si el ideólogo de la Constitución de 1980-2005 (la Carta Magna pinochetista y refrendada por Lagos con su firma), cree que: “Una democracia solo puede ser estable cuando en las elecciones populares se escogen entre diversas opciones políticas o tendencias de gobierno, pero que no se juegue lo esencial de la forma de vida de un puebloen vez de gobernar para hacer, en mayor o menor medida, lo que los adversarios quieren, resulta preferible contribuir a crear una realidad que reclame de todo el que gobierna una sujeción a las exigencias propias de ésta. Es decir, que si llega a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativas que la cancha ponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario” (Guzmán 1979:17-19). Una cita algo extensa peto necesaria para comprender el pensamiento rector detrás del marco institucional chileno, que no fue descartado por la democracia. Con esto establecieron un sistema en el cual quien es elegido no debe salirse del marco institucional, es más, ni siquiera puede cambiar las reglas del juego, porque todo se reduce a que el que gobierne, sea quien sea, sea cual sea su postura política, debe actuar de manera similar a como lo hubiera hecho su contrincante. Si no  se pueden realizar cambios al sistema, entonces ¿de qué sirve votar?

Cuando Pinochet pierde el plebiscito de 1988, la derecha económica y política, el sector conservador de la iglesia católica, las fuerzas armadas y la concertación, negocian 54 reformas constitucionales, llamando a votar por el ‘si’. Estas modificaciones implementaron un sistema basado en el gobierno representativo de los partidos políticos y no de los habitantes del país, anulando la capacidad ciudadana de realizar cambios. Desde, aquel momento, las reformas a la Carta Magna se llevaron, a cabo, en negociaciones secretas de las cúpulas partidistas, ninguna de ellas ha tocado un ápice al entramado autoritario, ni menos al modelo económico neoliberal; es así, no hay garantías a la igualdad en materias como salud o educación, dejando indefensos a la ciudadanía de los abusos empresariales; o, la existencia de un presidencialismo fuerte, acompañado del Consejo de Seguridad Nacional, capaz de obstruir cualquier proceso democratizador; o, la vigencia del Tribunal Constitucional que resguarda el orden legal heredado de la dictadura (Vásquez González 2012). Frente a esto ¿de qué sirve votar?

Para las elecciones municipales de este año 2012, la inscripción fue automática y el voto voluntario, ante la idea de una alta abstención, y la voz preclara del llamado conciente por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundario (ACES) por no votar que fue, rápidamente, denostado por la voz del establishment, cundió el pánico entre la clase política quienes movieron a los medios de comunicación y otras instituciones para crear una campaña del terror basada en el “derecho ciudadano” o que el “voto es un vehículo de cambio” o “el espíritu cívico de los chilenos”. Aparece la diatriba, sin fundamentos, de deberes y responsabilidades, pero que nunca habla de libertades, derechos y garantías.

Dicen que el voto es la expresión de la democracia, esta democracia que hace campaña con fotografías y con cero ideas, porque esta vacía. De esta democracia que no da posibilidad de debate que, cuando, se hacen, los medios, lo enfocan mal no entregando todas las alternativas propuestas.

El año pasado las movilizaciones estudiantiles marcó los discursos y, ahora, se agarran de eso para llamar a votar para realizar los cambios desde dentro el sistema. Pero quienes ocupan estos recursos baratos para incentivar la participación electoral, ¿están concientes de la falsedad de sus argumentos?, saben que, desde un municipio, no se pueden hacer esas transformaciones al sistema político vigente. Deben saberlo pero no les conviene denunciarlo porque, ellos, también, se alimentan del estado actual de las cosas, llenándose la boca con el mito de la democracia chilena.

La respuesta a la pregunta, título de este escrito. Votar solo sirve para mantener el sistema vigente, cada vez que se emite un voto aprueba que le conculquen sus derechos, que le restrinjan su libertad, que lo abusen, que cada vez se profundice la brecha entre ricos y pobres, que se mantenga la jerarquización social, que los medios de comunicación solo entretengan con basura, que no tenga trabajo ni ingresos dignos ni decentes, que tenga una pésima calidad en educación y salud, que los niños no tengan futuro. De eso sirve votar.

Como epílogo…,

Guy Debord escribió: “La gestión llamada democrática del capitalismo, sea el país que sea, no ofrece más que sus elecciones-dimisiones que, como se ha visto siempre, no han cambiado nunca nada en el conjunto – y muy poca cosa en los detalles – de una sociedad de clases…Todo sistema representativo es esencialmente conservador” (2006 [1971]:84-86).

Post Scriptum:

Durante la tarde-noche los medios comenzaron a informar sobre la baja asistencia a votar, entonces los “analistas” hablaron del desaprovecho de esta instancia de los que después reclaman; otros del “error” de la voluntariedad; que el voto voluntario es elitista por ser los sectores más altos quienes lo ejercen; y no faltaron los enojos contra las encuestas que no previeron, no solo esta situación sino, también, los equívocos de los resultados (como si no supieran que estas responden a quien las paga). Para todos, esto es, la “muerte de la democracia”; sin embargo, la democracia chilena nació sin vida, ilegítima, construida en conciabulos que validaron la sangre vertidas en asesinatos, torturas, en la desaparición forzada de personas, en allanamientos y golpizas.

La abstención puede tener diversas razones: viaje, cambios de domicilio electoral, castigo hacia los candidatos por su poca representatividad, no tener interés en participar, o por profundas convicciones políticas. Pero, asimismo, puede reflejar la mala oferta, la poca capacidad de generar y debatir ideas, del cansancio de la imposición partidaria, de no entender de quienes no se inscribían no iban a votar ahora porque fueron automáticamente registrados y aquellos, que inscritos, votaban porque estaban obligados. Los “analistas” deberían buscar ahí la “muerte de la democracia”, en el contexto socio-cultural y económico de los últimos 40 años, y no achacando todo a la desidia personal como si esta no tuviera un origen histórico.

La democracia no es hacer una raya sobre un papel cada cierta cantidad de años, la democracia es un juego constante que se vive, en el día a día, en todos los ámbitos y lugares donde se discuten ideas y se construye en conjunto.    


BIBLIOGRAFÍA

Debord, Guy: El Planeta Enfermo [1971]. En: El Planeta Enfermo, Alice Debord (comp), Anagrama, 2006.

Guzmán, Jaime: El camino político. En: Nueva Realidad, año 1, Nº 7, diciembre 1979: 13-23. En línea:

Vásquez González, Fernando: Es Estado Punitivo en Chile. En Redacción.


[i] Antropólogo, investigador independiente. Email: condeus@gmail.com

lunes, 22 de octubre de 2012

memoria, texto 2


MEMORIA 2

Fernando Vásquez González.[1]

Muchos de los sucesos, que el ejercicio del rescate de la memoria trata, están ligados a acontecimientos violentos. La violencia con la cual se ha reprimido muchos de los movimientos y acciones reivindicativas de grupos subalternos.

Movimientos que buscan soluciones y caminos opuestos a los del poder dominante, buscan saber cuales son sus demandas frente a la homogenización e imposición de la voluntad de la elite. Generan fisuras en la forma de cómo se construye el discurso del orden dentro del imaginario de una sociedad no conflictiva.

Para sellar estas grietas actúa la fuerza, para quien la muerte no es ajena. La agresión se ensaña con los cuerpos, el silencio en los libros de historia y en otros medios de comunicación, cubriendo a la sociedad; y, la cultura autoritaria, de quejarse en privado, de no hablar, y que lo mejor es olvidar se instaura: ya no hay recuerdo ni memoria.

Los caídos, y más afectados en general, son los “chivos expiatorios” que la sociedad, la elite, requiere para mantener el orden, cargando sobre ellos los males del desorden y del conflicto. Eliminados es de suponer que la calma regresa, recordar sería volver al desorden que la represión y el olvido habían acabado.

La fuerza de la acción, junto a la posterior imposición de medidas represivas y coercitivas sobre la población  silenciaron los gritos del trauma; sin embargo, el murmullo persiste siendo capaz de articularse para salir a la luz por las rajaduras del discurso. Pero una cosa es el rescate de la memoria y aprender a no olvidar, otra cosa es el olvido, y existe el recordar mal motivado por intereses políticos.

Si las muertes fueron las víctimas propiciatorias, cuya sangre fue el néctar de la amnesia, y sus cuerpos sirvieron de cimientos para la acumulación de capital necesaria para el desarrollo económico dentro de los márgenes del capitalismo neoliberal; también fueron los cimientos de la refundación institucional que realizó la dictadura militar que lleva cuatro décadas de dominación.

Las víctimas dan inicio al relato de la extirpación del mal, un mal representado en organizaciones sociales, grupos políticos de izquierda, dirigentes y en cualquier persona que fuera considerada sospechosa. Muertos ellos, ¿cómo se organizan los distintos sectores? Y ¿qué pasa con la participación de la ciudadanía? Esta última desestructurada de toda orgánica; la participación; la participación ocasiona la muerte, la desaparición, la golpiza, el allanamiento, la prisión y la tortura.

Con ellos se marchó el lado revolucionario y transformador de los partidos y agrupaciones afectadas, ahora estos grupos se han mimetizado con discurso antaño rechazado. Y con ellos aparece la “mala memoria”, la que recuerda mal, la que suaviza los hechos y el discurso del pasado, la que olvida los postulados originales que motivaron su lucha y que fueron la inspiración de su creación.

El olvido, con la venia de estos partidos, para quienes la recuperación de la memoria los enfrenta con la traición a sus militantes muertos/víctimas de la represión, con la traición a sus principios fundadores de los que, aun, creen en ellos.

Pareciera que todo debe quedarse como está, que las transformaciones sociales son impracticables por la violencia generada cuando quieren aplicarse. Entonces la amnesia aparece, el pasado queda en las brumas de una era mítica donde se actuaba con “errores”, y para superarlos hubo muertes, torturas, un sinfín de cosas más, naciendo de ese momento de violencia el desarrollo esperado, así terminó por convertir a todos al credo del neoliberalismo.


[1] Antropólogo, investigador independiente. Email: condeus@gmail.com. Artículo escrito el año 2005.

viernes, 19 de octubre de 2012

MEMORIA


MEMORIA

Fernando Vásquez González.[1]

“Aprender a no olvidar”, a no olvidar las huellas que por sobre el cuerpo, personal y social, marcan el relato de los hechos sucedidos. Estos no se encuentran aislados, son una trama envolvente sobre el conjunto humano; unos lo recuerdan otros lo olvidan, el resto lo niega o desconoce. El olvido y la conmemoración son una lucha y un juego constante y de ambivalente movimiento pendular.

¿Cómo conmemorar sin convertir en olvido? Lograr no perder el contenido socio-cultural elaborado que haga partícipe de él al mayor número de personas.

¿Cómo hacer que la placa, monolito, o calle no se pierdan? Que los nombres ahí puestos signifiquen algo para las personas y la comunidad, y no sean nombres sin pasado ni historia. La memoria se convertiría en un constante recordatorio social que, tal vez, como el mito requiera de su periódica ritualidad y, a la par, integrar todas sus derivaciones.

Marcar la huella-memoria en la ciudad y campo. No olvidar los lugares que tengan injerencia en nuestra memoria de las últimas décadas. Organizar un recordatorio permanente, con símbolos o siluetas, o un nombre con su pasado. Crear la constante y permanente interrogatorio personal,  social, que lleve a pensar y recordar, a conmemorar y no olvidar.

No solo realizar un trabajo con las personas vivas (sobrevivientes, familias), sino, además, en la literatura de la época estudiada; revisión de diarios, revistas, discursos, fotografías. Ver el objeto personal no con el fin de museificarlo en una pieza aislada del contexto que le dio significado.

Dar cuenta de los ocultamientos, de las asimilaciones, de los abandonos, de las destrucciones, a los que se encuentran sometidos tantos lugares importantes para el ejercicio de la memoria. Esos lugares son las marcas territoriales gatilladoras del reconocimiento de otras marcas, esta vez en el pensamiento.

¿Qué pasó con las heridas abiertas dentro de la familia o de la comunidad? Heridas abiertas o negadas para insertarse en el grupo. ¿Dónde queda el ejercicio de la memoria: ocultar o conmemorar?

Si la comunidad olvida tras un “bien común”, donde queda o qué sucede con las personas o lugares. ¿Es posible la existencia de una convivencia pacífica cuando el hecho, y la memoria dejan de existir, por lo menos a nivel de discurso oficial? Cual es el papel de la comisiones y de verdades históricas homogenizantes.

Esto es algo que observamos con el manejo del tema de la violencia política y el terrorismo de estado, por parte de los gobiernos y clase política chilena desde el retorno a la democracia”; entre otros: desapariciones forzadas de personas, torturas, allanamientos, golpizas, asesinatos selectivos y masivos cometidos durante la dictadura.

Como se funda una “verdad oficial homogenizante” sobre el pasado reciente, y del cual aun quedan testigos por millones, pero que no poseen la capacidad de representación porque no tienen como ejercer el poder en todas sus aristas. El papel de estado en concentrar este las denuncias: terrorismo de estado, agentes del estado, estado represor, estado policial y estado puntivo; entonces, ¿Qué hacer con el silencio del Estado?

De aquí la acción estatal: el estado no recuerda y no conmemora, solo olvida. Le arranca el contenido al recuerdo, lo aísla de su contexto y solo revisa los hechos importantes que no tienen rostro ni nombre popular.

Al estado le conviene una parte de la memoria, esa que construye una historia impersonal, de grandes sucesos, de grandes hombres y grandes batallas, pero ¿con qué visión? Como narrar esa historia y como va a ser escuchada por las generaciones venideras o por las personas en la actualidad.

El olvido tiene una relación fuerte, y hermanable, con el miedo; el terror, y el horror, cuando cubren la trama social y cultural de una comunidad, hacen que comportarse “adecuadamente y políticamente correcto” sea norma, y esto es no cuestionar la situación presente ni preguntar por el pasado. En este sentido la memoria podría ser el instrumento que permita desvelar al miedo, al terror y al horror, de este modo podría comenzar el reconocimiento cara a cara, con dignidad, de cada uno de nosotros.

La memoria tiene mucho de colectivo y de personal, la persona integra un mundo por lo que cada una de sus acciones lo integran al resto. La memoria es un recuerdo colectivo y personal que no es elaborado por la historiografía tradicional, sino con otros discursos y conceptos que personalicen los actos y sus significados.

Discursos y conceptos dando cuenta de la manipulación ideológica de la memoria traumática reciente y de la lucha social anterior a ella. El olvido es una represión de largo alcance cuyo objeto es el silenciamiento del pensamiento y de las alocuciones sociales de las personas.

La memoria no es un privilegio de un sector de la población, es de todos. Si hablamos de una memoria traumática de las víctimas que pasa con la de los victimarios, sus símbolos y sus lugares.

Con memoria podemos ver y darnos cuenta de las fallas y temblores presentados por el conjunto de la comunidad; el olvido nos lleva a la ceguera, a no saber leer ni escribir el malestar público-social. El olvido lleva constantemente a la derrota. La memoria, su conmemoración y recuerdo, no sé si sea una salvación, puede que sigamos derrotados pero será con dignidad y no humillante.

Considero que más que recordar hay que aprender a no olvidar, como escribí al inicio de estas líneas. Todos podemos recordar y, a la vez, todos podemos olvidar, y olvidamos más fácilmente que recordamos. Así la memoria es el no-olvido que es más que un recuerdo común, porque este último es solo personal, en la memoria se une el recuerdo colectivo-social.

¿Cuál es el papel del testigo en la recuperación de la memoria? Quienes son los testigos: ¿la persona o la comunidad? O son los muertos y los lugares olvidados y en ruina. Que se debe atestiguar: el hecho o la acción de la acción de la amnesia, tomando la base de un discurso que no tiene una figura fija. Tal vez el testigo sea el silencio; esto sería “lo mejor” para conservar el status quo de la elite: el discurso que no es conflictivo.

Habría que ver cuales son los símbolos compartidos en aquellos empeñados en la recuperación de la memoria: ver los elementos formadores de una identidad común, y que sean fácilmente ubicables y diferenciadoras.

¿Hay sufrimiento al recordar? Al responder afirmativamente ¿para qué y por qué hacer memoria? ¿Qué recordamos? La memoria es selectiva. Es la memoria traumática del pasado reciente la que pesa sobre la población, donde el silencio, el miedo, el terror, el horror, y la inserción hace que el recuerdo de la memoria sea una sucesión de imágenes, la mayoría no gratas por el dolor que causan. Si sacamos el sufrimiento el ejercicio se volvería no conflictivo, sin contenido, alimentando el mito de la tolerancia y armonía social donde todos vivimos en paz y felicidad en una “gran casa patronal llamada Chile”.

Si podemos marcar las huellas de la memoria en un territorio determinado, entonces podemos crear una cartografía de la memoria con sus rutas e hitos. ¿cómo enseñsar esa cartografía a la comunidad? Lo podemos convertir en: currículo escolar, ruta turística, ritual colectivo de conmemoración, en libro, cd, cinta de video, elementos que quedan abandonados sobre los anaqueles de la biblioteca.

Las señales, junto a su cartografía, deberían ser algo vivo de forma permanente en su contexto, y no un objeto que se desempolva los días señalados en el calendario. Ahí se puede reconocer su carácter actual, y lo que fue en el pasado de estas marcas y reconocer las huellas en el espacio.




[1] Antropólogo, investigador independiente. Email: condeus@gmail.com. Artículo escrito el año 2004.