miércoles, 26 de febrero de 2014

San Fernando, rastros en la ciudad: enrejados.



San Fernando, rastros en la ciudad: enrejados.
Fernando Vásquez G.
Antropólogo

No están presos pero la naturaleza abre camino, cada lugar la favorece: desde el fondo de la boca toma de aguas lluvias al borde de una ventana de cualquier casa abandonada hundiendo sus raíces en el adobe o en la porosidad de los materiales de construcción.
El verdor nace en el suelo, asomando entre los barrotes unos pocos centímetros expuestos a las ruedas de los vehículos o ser cubiertos por basura; permanecen invisibles para la mayoría de los habitantes. La sequedad reina en la casa desocupada, pero es por la estacionalidad climática, es verano y ese color café claro o amarillo en otros, es paisaje habitual por falta de agua; aunque parece complementarse la aridez con el abandono o la no ocupación humana.
Bajo los pies, o a la altura de la vista, encontramos estos habitantes “invisibles” de la urbe. Nacen, y todo su proceso vital queda en esos pocos centímetros, modifican el ambiente y sus soportes, alimentan la naturaleza; silenciosos permanecen sin ser molestados mayormente porque miramos la ciudad como territorio, netamente, habitado por humanos con sus creaciones y su basura, las ruinas las olvida desapareciendo de su imaginario.




lunes, 24 de febrero de 2014

Rastros de ciudad, San Fernando. Breves impresiones de un paso por su plazuela.







Rastros de ciudad, San Fernando. Breves impresiones de un paso por su plazuela.
Fernando Vásquez González.
Antropólogo

El consumo es una función social que ha llegado a influir en el diseño de la urbe cuando las administraciones comunales son débiles debido al papel, netamente, distribuidor de políticas paternalistas basadas en el disciplinamiento de los pobres que los hacen competir basados en el condicional del “sí tiene esto o lo otro”. Mercado de las inmobiliarias, mercado neoliberal, mercado a secas, invadiendo los pocos espacios públicos de esparcimiento, empobreciendo la calidad de vida de los habitantes de San Fernando. Lo público escasea en medio del abundante, y creciente, consumo de diversión privado heredado de la dictadura de Seguridad Nacional y de la seudo-democracia de Seguridad Ciudadana esta última es aquella destinada a favorecer a los grupos incluidos en los beneficios del capitalismo neoliberal; para mantenerse vigente continuamente explota: 1) el mito de la delincuencia; 2) hace apologías de la inseguridad de la calle. Es la guerra de facto contra la ciudad la cual va perdiendo cada vez que un espacio es privatizado fundamentado en un abstracto discurso del ‘empoderamiento’ mercantil por parte de algunos de sus ciudadanos.
Espacios públicos entregados al mercado, cada metro cedido es un daño patrimonial. Instalaciones que pueden haber sido realizadas con la mejor de las intenciones, pero al ser destinadas a personas individuales no ayudan en nada al mejoramiento de la infraestructura urbana; surgen cubos metálicos bajo los árboles de la plazuela, sin un diseño común, acorde o atractivo al lugar, solo conquistas humanas mutilando metros de áreas verdes en una ciudad que posee una fuerte carencia de ellas. Coartado el espacio de libertad y descanso, el tiempo libre vigilado por kioscos de metal y la policía uniformada ubicada, inmediatamente, al norte; por lo menos atravesando la avenida al sur ya no hay sacerdotes.
En los días de oscuridad unos caminaban estableciendo sus contactos de resistencia antidictatorial, otros vigilaban, los más paseaban en medio de la constante tensión con los primeros. Ahora todo queda en un rincón de la memoria cubriéndose, día tras día, con polvo olvidado por el tiempo.
¿Dónde ir? Sí al recorrer la ciudad solo hay lugares que lucen abandonados. Salir fuera es discriminatorio y segregacionista, se basa en la posesión de un vehículo o pagar un pasaje, y no todos pueden hacerlo. Diversión privada, o aburrimiento colectivo, al interior del hogar. Agorafobia es ese miedo a la plaza, al lugar público, las personas encerradas reducen al mínimo sus relaciones sociales, así fragmentados son el pasto seco del cual se alimenta la inseguridad y el miedo al Otro, a la diferencia ya alimentada en las escuelas verdaderas industrias de la homologación cultural.
¿Dónde ir? Levantan centros comerciales al centro y sur. Frente a la plaza de armas un strip center es construido sobre un terrenos por años eriazo, otros se juntan a la entrada de un supermercado perteneciente al retail, lo mismo de ese otro en las afueras de la ciudad. La diversión de la población se mueve de los espacios públicos a los territorios privatizados del mercado; sugerente línea une la entretención, el vestuario, la opinión, la comida, todo en las mismas manos sin mucha posibilidad de decidir por cuenta propia.

lunes, 17 de febrero de 2014

Rastros en la ciudad.

Rastros en la ciudad.
Fernando Vásquez González
Antropólogo

Mike Davis en el epílogo de su libro “Ciudades Muertas” (2007), habla de los relatos apocalípticos de ciencia ficción en los cuales la naturaleza recobra lo suyo invadiendo, apoderándose, de la urbe destruida/abandonada.
“La naturaleza está constantemente tensándose contra estas cadenas: probando puntos débiles, grietas, fallos, incluso las manchas de óxido…El control del medioambiente demanda inversiones continuas y un mantenimiento sistemático, ya sea construyendo un sistema de control de inundaciones de miles de millones de dólares, o simplemente desbrozando un jardín” (212). 
“Esta maravillosa ciudad, de la que se cuentan tantas leyendas, era después de todo solo de ladrillo, y cuando la hiedra creció encima y los árboles y las plantas se extendieron, y por último surgieron las aguas subterráneas, la gran metrópolis fue derrocada enseguida” (Richard Jefferies, After London, or Wild England, 1866. Citado por Mike Davis, 211).
Sitios eriazos, unos por años otros por la reciente demolición de la construcción que alojaban, es cosa de días para que la naturaleza regrese a buscar lo suyo, en poco tiempo el rastro de la ocupación humana desaparece bajo el manto de plantas, flores y árboles. Las ciudades están en constante transformación, crecen y decaen, se expanden dejando áreas abandonadas, se fragmentan destruyendo las relaciones sociales de sus ocupantes; pasan eras, de la industrialización, su desmonte, a la plataforma de servicios. Su auge habla de sueños de la promesa incumplida del progreso; pero los edificios son tangibles, los vemos, tocamos, entramos, hasta que llegan a su fin al dejar de cumplir su funcionalidad. A sus pies las aceras y calles, largas franjas de cemento, atraviesan la ciudad; son la frontera tras la cual ocultamos la naturaleza que pisamos, como toda frontera presenta poros y en ellos vemos la vida verde surgir del cemento estéril. Algo que sobrevive son las tejas de las antiguas casas, no está de más decir que pocas se conservan; son plataforma fértil para el trigo, cuyas espigas asoman entre otras tantas hierbas, son una corona viva sobre casas muertas, crecen mientras el edificio se derrumba lentamente.
Caminando por calles, de variadas ciudades, las fracturas son visibles en el suelo, en las paredes que se descascaran en trozos quebradizos de pintura, otras casas permanecen vacías como mudos testigos de un pasado bullicioso del cual nadie se acuerda. Aún con vida la urbe guarda el secreto de la próxima catástrofe: desde los años de la colonia tardía, pasando por la república a la actualidad, siempre a merced de las fuerzas naturales de los ríos inundándola, de los terremotos que la asolan, de los desastres ambientales en su interior, de la falta de salubridad de sus veredas. Nada de eso detiene las políticas de intervención inmobiliaria, nada de ellas conjuga con el entorno y, como simples piezas de un drama mayor, del cual pareciera que sus habitantes no se dan cuenta estos continúan con sus labores engrandeciendo el cercano final.
Busco una imagen de futuro para orientación, no la encuentro en lo alto de los edificios estos, luego, pasaran dejando espacios a nuevas utopías de desarrollo; en el suelo, diviso pequeños tallos verdes, constituyéndose en la imagen de futuro.
Bibliografía.
Davis, Mike: Ciudades Muertas: Ecología, catástrofe y revuelta. Edición Traficantes de Sueños, Madrid, 2007. (Título original: Dead Cities and Other Tales. The New Press, New York, 2002). En línea:http://www.cgttenerife.org/Sov/Documentos/Ciudades_Muertas_web-5.pdf. 
Vásquez González, Fernando: Escritos varios, 2007-2013. Inéditos.
Zulaika, Joseba: Las ruinas de la teoría y la teoría de las ruinas: sobre la conversión. Revista de Antropología Social, año/volumen 15, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España, 2006:173-192. En línea:revistas.ucm.es/index.php/RASO/article/download/.../9241