¿De qué sirve
votar? A propósito de las elecciones municipales del 28 de octubre de 2012.
Fernando
Vásquez González.[i]
Primero voy a
dar una serie de antecedentes con los cuales voy a justificar mi respuesta.
Parecerá extraño, para algunos, que inicie la argumentación el día 11 de
septiembre de 1973; si, en ese momento, cuando los uniformados, manipulados por
civiles y el gran capital nacional y extranjero, decidieron dar un golpe para
cambiar el giro que el proceso histórico había tomado.
Como idea
central, el nuevo régimen quiere refundar al país, darle una nueva
institucionalidad regida por los principios de la Doctrina de Seguridad
Nacional, del neoliberalismo y del conservadurismo católico. Este “nuevo país”
tiene a las fuerzas armadas cumpliendo el rol mesiánico de salvaguardar la
unidad de la nación al ser, ellos, los depositarios del alma nacional. Es así,
como este “nuevo país” se construye como una sociedad jerarquizada, con un
estado autoritario y centralizado, con un movimiento social disciplinado y los
conflictos sociales minimizados.
Estas líneas
generales tienen una clara expresión con el redibujamiento de la administración
política, conocida con el nombre de “regionalización”; creando unidades
territoriales desconcentradas y jerarquizadas (región-provincia-comuna), que
permiten la integración y la seguridad al otorgar una ocupación más efectiva
del país. En este punto agregamos, que las comunas, dentro de esta lógica, son
vistas como empresas (corporaciones) comerciales que compitan, entre sí, para
atraer clientes (residentes).
Saltando al
plano de las ideas, a la “refundación institucional del país”, se implanta un
“estado subsidiario”, donde se garantiza la “libertad personal”; en verdad esa
libertad es para los grandes capitales, por otro lado en materias sociales se
empequeñece al estado porque se traspasan estas responsabilidades privados. Si
las políticas sociales, son cada vez menos, más focalizadas y en manos de
privados, ¿de qué sirve votar?
“Refundación
institucional”. Si el ideólogo de la Constitución de 1980-2005 (la Carta Magna pinochetista y
refrendada por Lagos con su firma), cree que: “Una democracia solo puede ser estable cuando en las elecciones
populares se escogen entre diversas opciones políticas o tendencias de
gobierno, pero que no se juegue lo esencial de la forma de vida de un pueblo…
en vez de gobernar para hacer, en mayor o
menor medida, lo que los adversarios quieren, resulta preferible contribuir a
crear una realidad que reclame de todo el que gobierna una sujeción a las
exigencias propias de ésta. Es decir, que si llega a gobernar los adversarios,
se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo
anhelaría, porque el margen de alternativas que la cancha ponga de hecho a
quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer
extremadamente difícil lo contrario” (Guzmán 1979:17-19). Una cita algo
extensa peto necesaria para comprender el pensamiento rector detrás del marco
institucional chileno, que no fue descartado por la democracia. Con esto
establecieron un sistema en el cual quien es elegido no debe salirse del marco
institucional, es más, ni siquiera puede cambiar las reglas del juego, porque
todo se reduce a que el que gobierne, sea quien sea, sea cual sea su postura
política, debe actuar de manera similar a como lo hubiera hecho su
contrincante. Si no se pueden realizar
cambios al sistema, entonces ¿de qué sirve votar?
Cuando
Pinochet pierde el plebiscito de 1988, la derecha económica y política, el
sector conservador de la iglesia católica, las fuerzas armadas y la
concertación, negocian 54 reformas constitucionales, llamando a votar por el
‘si’. Estas modificaciones implementaron un sistema basado en el gobierno
representativo de los partidos políticos y no de los habitantes del país,
anulando la capacidad ciudadana de realizar cambios. Desde, aquel momento, las
reformas a la Carta Magna
se llevaron, a cabo, en negociaciones secretas de las cúpulas partidistas,
ninguna de ellas ha tocado un ápice al entramado autoritario, ni menos al
modelo económico neoliberal; es así, no hay garantías a la igualdad en materias
como salud o educación, dejando indefensos a la ciudadanía de los abusos
empresariales; o, la existencia de un presidencialismo fuerte, acompañado del
Consejo de Seguridad Nacional, capaz de obstruir cualquier proceso
democratizador; o, la vigencia del Tribunal Constitucional que resguarda el
orden legal heredado de la dictadura (Vásquez González 2012). Frente a esto ¿de
qué sirve votar?
Para las
elecciones municipales de este año 2012, la inscripción fue automática y el
voto voluntario, ante la idea de una alta abstención, y la voz preclara del
llamado conciente por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundario (ACES)
por no votar que fue, rápidamente, denostado por la voz del establishment, cundió el pánico entre la
clase política quienes movieron a los medios de comunicación y otras
instituciones para crear una campaña del terror basada en el “derecho
ciudadano” o que el “voto es un vehículo de cambio” o “el espíritu cívico de
los chilenos”. Aparece la diatriba, sin fundamentos, de deberes y
responsabilidades, pero que nunca habla de libertades, derechos y garantías.
Dicen que el
voto es la expresión de la democracia, esta democracia que hace campaña con
fotografías y con cero ideas, porque esta vacía. De esta democracia que no da
posibilidad de debate que, cuando, se hacen, los medios, lo enfocan mal no
entregando todas las alternativas propuestas.
El año pasado
las movilizaciones estudiantiles marcó los discursos y, ahora, se agarran de
eso para llamar a votar para realizar los cambios desde dentro el sistema. Pero
quienes ocupan estos recursos baratos para incentivar la participación
electoral, ¿están concientes de la falsedad de sus argumentos?, saben que,
desde un municipio, no se pueden hacer esas transformaciones al sistema
político vigente. Deben saberlo pero no les conviene denunciarlo porque, ellos,
también, se alimentan del estado actual de las cosas, llenándose la boca con el
mito de la democracia chilena.
La respuesta a
la pregunta, título de este escrito. Votar solo sirve para mantener el sistema
vigente, cada vez que se emite un voto aprueba que le conculquen sus derechos,
que le restrinjan su libertad, que lo abusen, que cada vez se profundice la
brecha entre ricos y pobres, que se mantenga la jerarquización social, que los
medios de comunicación solo entretengan con basura, que no tenga trabajo ni
ingresos dignos ni decentes, que tenga una pésima calidad en educación y salud,
que los niños no tengan futuro. De eso sirve votar.
Como epílogo…,
Guy Debord
escribió: “La gestión llamada democrática
del capitalismo, sea el país que sea, no ofrece más que sus
elecciones-dimisiones que, como se ha visto siempre, no han cambiado nunca nada
en el conjunto – y muy poca cosa en los detalles – de una sociedad de
clases…Todo sistema representativo es esencialmente conservador” (2006
[1971]:84-86).
Post Scriptum:
Durante la
tarde-noche los medios comenzaron a informar sobre la baja asistencia a votar,
entonces los “analistas” hablaron del desaprovecho de esta instancia de los que
después reclaman; otros del “error” de la voluntariedad; que el voto voluntario
es elitista por ser los sectores más altos quienes lo ejercen; y no faltaron
los enojos contra las encuestas que no previeron, no solo esta situación sino,
también, los equívocos de los resultados (como si no supieran que estas
responden a quien las paga). Para todos, esto es, la “muerte de la democracia”;
sin embargo, la democracia chilena nació sin vida, ilegítima, construida en
conciabulos que validaron la sangre vertidas en asesinatos, torturas, en la
desaparición forzada de personas, en allanamientos y golpizas.
La abstención
puede tener diversas razones: viaje, cambios de domicilio electoral, castigo
hacia los candidatos por su poca representatividad, no tener interés en
participar, o por profundas convicciones políticas. Pero, asimismo, puede
reflejar la mala oferta, la poca capacidad de generar y debatir ideas, del
cansancio de la imposición partidaria, de no entender de quienes no se
inscribían no iban a votar ahora porque fueron automáticamente registrados y
aquellos, que inscritos, votaban porque estaban obligados. Los “analistas”
deberían buscar ahí la “muerte de la democracia”, en el contexto socio-cultural
y económico de los últimos 40 años, y no achacando todo a la desidia personal
como si esta no tuviera un origen histórico.
La democracia
no es hacer una raya sobre un papel cada cierta cantidad de años, la democracia
es un juego constante que se vive, en el día a día, en todos los ámbitos y
lugares donde se discuten ideas y se construye en conjunto.
BIBLIOGRAFÍA
Debord, Guy: El
Planeta Enfermo [1971]. En: El
Planeta Enfermo, Alice Debord (comp), Anagrama, 2006.
Guzmán, Jaime:
El camino político. En: Nueva
Realidad, año 1, Nº 7, diciembre 1979: 13-23. En línea:
Vásquez
González, Fernando: Es Estado Punitivo en
Chile. En Redacción.
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