MEMORIA 2
Fernando Vásquez González.[1]
Muchos de los
sucesos, que el ejercicio del rescate de la memoria trata, están ligados a
acontecimientos violentos. La violencia con la cual se ha reprimido muchos de
los movimientos y acciones reivindicativas de grupos subalternos.
Movimientos
que buscan soluciones y caminos opuestos a los del poder dominante, buscan
saber cuales son sus demandas frente a la homogenización e imposición de la
voluntad de la elite. Generan fisuras en la forma de cómo se construye el
discurso del orden dentro del imaginario de una sociedad no conflictiva.
Para sellar
estas grietas actúa la fuerza, para quien la muerte no es ajena. La agresión se
ensaña con los cuerpos, el silencio en los libros de historia y en otros medios
de comunicación, cubriendo a la sociedad; y, la cultura autoritaria, de
quejarse en privado, de no hablar, y que lo mejor es olvidar se instaura: ya no
hay recuerdo ni memoria.
Los caídos, y
más afectados en general, son los “chivos expiatorios” que la sociedad, la
elite, requiere para mantener el orden, cargando sobre ellos los males del
desorden y del conflicto. Eliminados es de suponer que la calma regresa,
recordar sería volver al desorden que la represión y el olvido habían acabado.
La fuerza de
la acción, junto a la posterior imposición de medidas represivas y coercitivas
sobre la población silenciaron los
gritos del trauma; sin embargo, el murmullo persiste siendo capaz de
articularse para salir a la luz por las rajaduras del discurso. Pero una cosa
es el rescate de la memoria y aprender a no olvidar, otra cosa es el olvido, y
existe el recordar mal motivado por intereses políticos.
Si las muertes
fueron las víctimas propiciatorias, cuya sangre fue el néctar de la amnesia, y
sus cuerpos sirvieron de cimientos para la acumulación de capital necesaria
para el desarrollo económico dentro de los márgenes del capitalismo neoliberal;
también fueron los cimientos de la refundación institucional que realizó la
dictadura militar que lleva cuatro décadas de dominación.
Las víctimas
dan inicio al relato de la extirpación del mal, un mal representado en
organizaciones sociales, grupos políticos de izquierda, dirigentes y en
cualquier persona que fuera considerada sospechosa. Muertos ellos, ¿cómo se
organizan los distintos sectores? Y ¿qué pasa con la participación de la
ciudadanía? Esta última desestructurada de toda orgánica; la participación; la
participación ocasiona la muerte, la desaparición, la golpiza, el allanamiento,
la prisión y la tortura.
Con ellos se
marchó el lado revolucionario y transformador de los partidos y agrupaciones
afectadas, ahora estos grupos se han mimetizado con discurso antaño rechazado.
Y con ellos aparece la “mala memoria”, la que recuerda mal, la que suaviza los
hechos y el discurso del pasado, la que olvida los postulados originales que
motivaron su lucha y que fueron la inspiración de su creación.
El olvido, con
la venia de estos partidos, para quienes la recuperación de la memoria los
enfrenta con la traición a sus militantes muertos/víctimas de la represión, con
la traición a sus principios fundadores de los que, aun, creen en ellos.
Pareciera que
todo debe quedarse como está, que las transformaciones sociales son
impracticables por la violencia generada cuando quieren aplicarse. Entonces la
amnesia aparece, el pasado queda en las brumas de una era mítica donde se
actuaba con “errores”, y para superarlos hubo muertes, torturas, un sinfín de
cosas más, naciendo de ese momento de violencia el desarrollo esperado, así
terminó por convertir a todos al credo del neoliberalismo.
[1] Antropólogo, investigador independiente. Email: condeus@gmail.com. Artículo escrito el año
2005.
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